add this print this page

“Estamos bien en el refugio, los 33”

La odisea de los mineros

Por Pilar Roca
November 2010
Este sencillo y esperanzador mensaje fue el que se recibió en la mina de San José, en Copiapó, Chile, el domingo 22 de agosto de 2010. Gracias a él, el mundo entero respiró tranquilo. Todo Chile manifestaba su alegría por las calles de la capital, donde se oían bocinas y gritos de júbilo. Hoy, para alegría de todos, están ya en sus casas, sanos y salvos. Esta es la historia de una tragedia con final feliz que ha conseguido reforzar la unión y patriotismo de un país hermoso como Chile.

Durante dos meses el mundo entero aguantaba la respiración. Ante tantas noticias diarias de desgracias, catástrofes y crisis políticas, esta noticia que inicialmente fue trágica mantuvo con un hilo de esperanza a millones de personas de todo el mundo. Y la alegría que se vivió en el momento del rescate de estos 33 hombres también fue mundial. Yo lo viví en España, y aquí toda la gente que conozco se pegaba al televisor, hablaba de ello emocionada, lo comentaba en las redes sociales... Para todos nosotros estos 33 se habían convertido en algo nuestro, en personas conocidas, cercanas. Habíamos visto a sus familiares por televisión, hablándonos de su marido, de su hijo, de su hermano. Contando que le gustaba jugar al fútbol, que era el primer mes que trabajaba en una mina, que llevaba 50 años en el oficio, que su pequeña hija había nacido durante su cautiverio y le habían llamado Esperanza (como el campamento de familiares acampados en la entrada a la mina) y más que nos hicieron conocer un poquito, salvando las distancias (nunca mejor dicho), a los hombres que sobrevivían bajo tierra en plena oscuridad.

Dos cucharadas de atún por día

A 700 metros bajo tierra, con alimentos que se dijo podrían alcanzarles para 72 horas, llevaban 17 días de cautiverio. Habían perdido alrededor de 10 kilos cada uno, y su alimentación diaria se había basado en dos cucharadas de atún y medio vaso de leche cada 48 horas. Esa era la situación en la que se encontraban los 33 mineros, atrapados a 700 metros bajo el suelo, cuando se confirmó que seguían con vida. Después de la alegría y euforia iniciales de familiares, amigos, compañeros de trabajo, políticos y en definitiva de todo el país, los esfuerzos comunes se centraron en mantener a estos hombres con vida, y en pensar en el urgente rescate. Este asunto se había convertido ya en un problema nacional, en algo de todos.

Se consiguió hacerles llegar alimentos y agua por un fino conducto metálico, así como una cámara de video, para que grabaran aspectos técnicos de la mina y para que se grabaran ellos mismos. Así podrían enviar mensajes a sus familiares, y los psicólogos y médicos del exterior verían el estado anímico y físico en el que se encontraban.

Tras esta primera ayuda para mantenerlos aun con vida y con ánimo, era el momento de pensar en el rescate. En los dos meses hubo varios proyectos de salvamento fallidos. El sistema definitivo elegido por técnicos y autoridades fue el de hacer un pozo con una excavadora australiana, que cada día perforó unos 15 a 20 metros de profundidad. Una vez hecho ese pozo, se bajó una jaula en la que, uno a uno, se fueron subiendo a los 33 mineros a la superficie.

Emocionante a más no poder el momento del rescate de estos hombres. Las lágrimas de sus familiares, la alegría del pueblo chileno, el abrazo con el presidente Sebastián Piñera...

No ocurrió porque sí

Pero no hay que olvidar los motivos de esta desgracia. No ocurrió porque sí, o por obra divina. Fue sin duda por una situación laboral precaria. Por una empresa que no había colocado ni escaleras de emergencia, ya que costaban dinero. Y por un gobierno que no controla a estas empresas explotadoras, sin revisiones periódicas ni multando a las empresas que no cumplan los requisitos mínimos de seguridad y calidad en el trabajo. Irónicamente, la Administración pública, cuya sede central está en Santiago de Chile, recibió el día después del derrumbe un informe sobre el incumplimiento de normas de seguridad en la mina San José. Llegó tarde.

Estos hombres son un fiel reflejo de cómo trabajan un número incontable de personas, tanto en América como en el resto del mundo, que tienen en su puesto de trabajo unas condiciones altamente precarias, las cuales hacen peligrar sus vidas diariamente




back to top

COPYRIGHT 2010
La Voz, Cultura y noticias hispanas del Valle de Hudson

 

Comments

Sorry, there are no comments at this time.